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¿Qué apostamos?

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Que apostamos - LogoEn los primeros años noventa, la televisión en España se encontraba en una etapa de esplendor. Los nuevos canales comenzaban a consolidarse y a orientar su programación hacia determinado tipo de público, y los creativos se esforzaban por producir concursos que pudieran erigirse en sucesores del famoso “Un, dos, tres… responda otra vez”. En esta lucha encarnizada por el entretenimiento y por las audiencias, hubo un programa de TVE que a mí me gustaba particularmente, y que seguro que la mayoría recordáis: “¿Qué apostamos?”

El programa

El 4 de mayo de 1993 fue la primera emisión de “¿Qué apostamos?”, un programa en el que los concursantes mostraban ante las cámaras su capacidad para realizar tareas de lo más sorprendente. El espacio fue presentado inicialmente por la pareja de oro de la década, Ramón García “Ramontxu” y Ana García Obregón. Más tarde, concretamente en 1998 y 1999, la presentadora fue sustituida por la italiana Antonia Dell’Atte. Este cambio tenía cierto morbillo televisivo porque, como seguramente recordaréis, tanto la española como la transalpina habían sido pareja de otro personaje decisivo de los noventa, Alessandro Lecquio. Con posterioridad hubo otras co-presentadoras (año 2000), aunque esto fue ya cuando el programa estaba de capa caída. Asimismo, hubo un intento por restablecer el programa en las televisiones autonómicas, presentado por Carlos Lozano y Rocío Madrid; sin embargo, su nivel y sus audiencias nada tuvieron que ver con la época dorada: la que va de 1993 a 1998.

Los presentadores del programa: Ana Obregón y Ramón García (Fuente: quemovida.excite.es)

Los presentadores del programa: Ana Obregón y Ramón García (Fuente: quemovida.excite.es)

La mecánica del concurso era relativamente sencilla. Por una parte, se invitaba cada día a cuatro famosos. Éstos comenzaban teniendo 4 millones de pesetas cada uno (unos 24.000 euros, quién los pillara) que debían jugarse por medio de apuestas. Así, durante el desarrollo de cada programa, cuatro concursantes decían ser capaces de hacer cosas de lo más variopinto, y cada famoso apostaba si creían que la hazaña de cada participante se lograría o no. De esta manera, si el pronóstico de un famoso se cumplía, éste ganaba el doble de lo apostado, y si fallaba, perdía lo jugado. Al final, había un famoso ganador y el dinero que hubiera acumulado se repartía entre los cuatro concursantes (o grupos de concursantes, pues algunas proezas eran colectivas) de manera desigual: era el público el que decidía cuál de las propuestas merecía quedar en primer lugar, segundo, tercero y cuarto. Hay que decir que fallar en la misión no implicaba necesariamente perder, pero ayudaba a no ganar.

Sophia Loren, en su paso por el programa (Fuente: rtve.es)

Sophia Loren, en su paso por el programa (Fuente: rtve.es)

Por si esto fuera poco, había otra serie de minijuegos a lo largo del programa. Algunos implicaban a los famosos, como cuando le tocó a Sophia Loren meter la mano en un saco y, por medio de la mímica, conseguir que una telespectadora que se encontraba viendo el programa en casa adivinase qué objetos había en dicho saco. La lista de invitados acabó siendo muy extensa, e incluyó a personajes tan conocidos como Jean Claude Van Damme, Mia Farrow o Gerard Depardieu, por mencionar sólo a algunos ilustres internacionales.

Además, al comenzar el programa tenía lugar la apuesta del público: uno de los asistentes, elegido “al azar” (dudo que el azar tuviera lugar de veras), proponía un reto al programa, del tipo “reunir 200 gorros de Papá Noel” (este ejemplo me lo acabo de inventar, pero solían ser planteamientos de este tipo, totalmente blancos e inocentes). ¿Qué gracia tenía esto? Una: si el programa no conseguía reunir los objetos necesarios, uno de los presentadores tenía que ducharse en vivo y en directo. La decisión sobre quién debía mojarse podía llevar un rato, pero al final alguno acababa empapado.

Siempre me llamó la atención el dispositivo tan cutre (aunque efectivo) para proteger los micrófonos en las duchas: ponerles un plastico.

Siempre me llamó la atención el dispositivo tan cutre (aunque efectivo) para proteger los micrófonos en las duchas: ponerles un plástico.

También solía acabar en la ducha alguno de los famosos -normalmente, el que menos dinero hubiera logrado reunir-, dando lugar a escenas (en una de las últimas temporadas) como ver en una misma ducha a Ivonne Reyes y Santiago Segura.

Que apostamos - Maestro Leiva

El maestro Leiva y su peculiar esmoquin

Otro elemento fundamental del programa era su banda sonora, cuyo tono queda resumido en dos palabras: Maestro Leiva. Desde pequeño, el peculiar atuendo del director (con un esmoquin azul y amarillo, los colores corporativos) me encantaba, y se vio perpetuado en otro gran espacio de aquellos años que espero retomar próximamente: “El Grand Prix del verano”.

Las pruebas

Prueba de la popularidad del programa fueron las portadas que copaban sus presentadores... (Fuente: Programas TP)

Prueba de la popularidad del programa fueron las portadas que copaban sus presentadores… (Fuente: Programas TP)

Aunque todo lo dicho hasta aquí era importante, la parte central del espacio eran las pruebas. Fueron muchas las que tuvieron lugar, y algunas se quedaron para siempre en mi memoria: un niño que era capaz de adivinar qué juguete había en una caja envuelta sólo escuchando el ruido que hacía al agitarse (¿cuántos juguetes tendría ese niño?); un tipo que reconocía todos los puntos de una final de Roland Garros femenina sólo por el sonido de los golpes; un señor de Vic que apagaba velas haciendo caballitos con la bicicleta y posando la rueda delantera sobre la llama sin quebrar el cirio mientras iba subiendo escalones (si suena complicado de explicar, imaginad hacerlo…). También solía tener lugar una prueba de exteriores, esto es, que tenía lugar fuera del plató. Aquí solíamos encontrarnos exhibiciones de fuerza bruta, como volcar una serie de coches con las manos desnudas en un tiempo determinado o arrastrar con la fuerza del cuerpo un camión cargado con toneladas de materiales. A mí solían ser las que menos me gustaban, pero desde mi actual adultez me sorprendo de las ideas peregrinas que la gente llegaba a tener. Porque esto es algo de lo que se ha hablado poco: ¿cómo se daba la gente cuenta de que era capaz de hacer esas cosas? ¿Con qué cara les decían a sus amigos y familiares “voy a entrenarme para arrastrar un camión” o “voy a verme todas las calles de Madrid para reconocerlas sólo viendo el asfalto”? Porque había de todo. Seguro que recordáis muchas, y os invito a que las rememoréis en los comentarios.

El “opening”… y su pegadiza canción

Para terminar, y como no puede ser de otro modo, os dejo la célebre canción de entrada del programa. La interpretaban los propios presentadores, y la letra recogía bien el carácter del espacio. Sin duda, su estribillo es una de las melodías que todo el país es capaz de tararear y nos retrotrae a una época en la que la televisión entretenía… de otra manera.

Fuentes

“De la fama al anonimato o casi” en Palabras a Punto
“¿Qué apostamos? 1993-2000” en Programas TP
“¿Qué apostamos” en RTVE.es
“¿Qué apostamos” en El Rincón de Marf

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